Posible y necesario para el reconocimiento

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Sostener por convicción y reflexión que la interacción con el otro –y por ende, con lo otro- es una condición de posibilidad del yo, sin la que no hay identidad, ni mismidad, ni diferenciación, no es un juego lingüístico filosófico, sino la constatación de que el reconocimiento no es un acto egocéntrico, porque  sin lo alter no hay ego[1]. Además intentaré mostrar que las condiciones que hacen posible el reoconocimiento del yo son también necesarias.

El sujeto se constituye a sí mismo en el momento en que consigue distinguir lo que es él, sus límites, de lo externo, lo no-yo. En ese acto de limitación se reconoce como algo que es distinto de todo lo otro, pero también construye a lo otro como algo distinto de sí. El contenido de esos límites que enmarcan al sujeto o al yo debe ser indagado, porque la autoconciencia no puede desplegarse sobre la base única de la delimitación. Es en este proceso, donde el flujo con lo otro que es vuelve a ser imprescindible, diferenciando lo otro que es sujeto como yo, de lo otro mundo. Así la semejanza, distinción, contraste y dialogo con los otros sujetos contribuyen a la construcción de un yo que en contacto e influencia con el resto está sometido a un reconocimiento continuo. Esto  condiciona la percepción del mundo y la influencia que estas percepciones tienen en los sujetos y en consecuencia en sus reacciones. Se entiende así esta dialéctica que implica el reconocimiento entre el yo y la alteridad (los otros y el mundo) y cómo esta interacción es condición no solo de posibilidad del yo, sino necesaria, me atrevería a afirmar.

Los humanos son entes por lo otro y en lo otro, cualquier otra circunstancia nos mostraría quizás la vida de los monos.

[1] Reconocimiento de la alteridad.post del 25/8/2016

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